Publicado el 16 de Enero de 2024
El sector vinícola español sigue deslumbrando con su rica diversidad y cifras impactantes. Con 101 Denominaciones de Origen y 43 Indicaciones Geográficas Protegidas [+info aquì], la nación ibérica ostenta un variado abanico de vinos que reflejan la singularidad de sus terruños.
Con una extensión de 930.000 hectáreas dedicadas al viñedo, España se erige como un coloso vitivinícola. De estas, 142.100 hectáreas son destinadas a la viticultura ecológica, resaltando el compromiso del sector con prácticas sostenibles.
La comunidad autónoma que ocupa la primera posición como productora de vino es Castilla-La Mancha, cuya producción ascendió a aproximadamente 26,7 millones de hectolitros. Cataluña y Extremadura se situaron en segundo y tercer lugar, respectivamente.
El impacto socioeconómico no pasa desapercibido, con 363.980 puestos de trabajo generados, representando el 2% del empleo nacional. El valor añadido bruto ascendió a 20.330 millones de euros, contribuyendo significativamente al tejido económico con un 1.9% del PIB español.
Las raíces del vino se extienden a lo largo y ancho del territorio, abarcando el 40% de los municipios españoles. Curiosamente, un 66% de los municipios vitivinícolas tienen menos de 2.000 habitantes, demostrando que la tradición vinícola es un pilar incluso en las comunidades más pequeñas.
La internacionalización es otra joya en la corona del vino español, con 4.347 empresas exportadoras que difunden la excelencia vinícola más allá de las fronteras. Nuestros vinos se venden en 189 países de todo el mundo, siendo los principales mercados: Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Este esfuerzo se apoya en las 4.500 bodegas que operan en España, mostrando la riqueza y la complejidad de la industria vinícola en el país.
El vino contribuye a nuestra imagen país y es un polo de atracción de visitantes y turistas que vienen a disfrutar de inolvidables experiencias de enoturismo; tenemos un sector responsable y sostenible, con su entorno y con las personas que nos rodean; es motor de desarrollo en muchos pueblos y ciudades pequeñas de nuestra geografía, vertebra el territorio y ofrece empleo de calidad; es símbolo de tradición pero también es puntero en innovación e investigación; es el reflejo del buen de hacer de miles de empresas y viticultores en todo el país.
En definitiva podemos afirmar que el vino español va más allá de ser una bebida, es un tejido cultural y económico arraigado profundamente en la tierra y en la sociedad. Estas cifras actuales no solo reflejan la magnitud del sector, sino también su capacidad para evolucionar y adaptarse a los desafíos del mundo contemporáneo.
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