El arte de vendimiar también es un tipo de turismo.


Publicado el 31 de Marzo de 2015


El arte de vendimiar también es un tipo de turismo.

La gente está dispuesta a pagar por cualquier cosa, hasta por trabajar. La última tendencia en turismo tiene que ver con la práctica de actividades agrícolas y ganaderas en el medio rural. Una de ellas consiste en ser partícipe de la elaboración de uno de nuestros productos estrella, el vino. Autora: Isabel Simal López

Fotografía: Tractorista transportando espuertas llenas de uvas tras su vendimia

Cansados y aburridos los viajeros de los clásicos tipos de turismo de sol y playa, histórico-cultural, gastronómico, deportivo, religioso, de compras o de salud, los profesionales del sector han inventado unas novedosas modalidades de turismo bautizadas como ecoturismo, agroturismo o enoturismo, que no son otra cosa que el trabajo en el campo. Dichos modelos satisfacen las nuevas necesidades fomentadas por el cliente, quien busca una experiencia diferente, única, auténtica y exclusiva que difícilmente pueda volver a repetir, que le rememore su infancia si fue de pueblo o que le saque de la ruidosa y masiva ciudad, mientras se siente partícipe en el proceso de elaboración de sus productos.

Estas alternativas pertenecen al grupo del turismo rural, pues todas implican el respeto por el medio ambiente y la participación de la población autóctona, con un papel extremadamente importante. El primer subtipo que encontramos, según Francisco Juan y Javier Solsona autores del libro Alojamiento turístico rural. Gestión y comercialización, es el turismo ecológico o ecoturismo, dedicado al disfrute de la naturaleza de manera activa. El segundo es el agroturismo, aquí se busca un contacto con la cultura local a través del alojamiento en casas de agricultores y ganaderos. Después localizamos el turismo verde, dedicado a la realización de actividades deportivas. El siguiente se denomina turismo de pueblo y se refiere al desarrollo de una práctica turística en un municipio de esta índole. Por último, nos detenemos en el enoturismo, o lo que es lo mismo, el turismo del vino.

Una de las pioneras en mostrar y enseñar su fórmula para conseguir un gran vino fue Oporto, con la autorización de acceder a sus bodegas ubicadas en la ribera del Duero. La visita consistía en un recorrido por los entresijos de la fábrica acompañados por un guía para concluir con la cata y degustación de la bebida en el bar de sus dependencias.

La cultura hacia este licor en nuestro país ha originado la creación de verdaderas rutas del vino por infinidad de territorios españoles como La Mancha, Navarra, Bierzo, Jumilla, Jerez, Penedès, etc. El itinerario no sólo debe consistir en caminar por el recorrido señalizado y vallado atendiendo a las explicaciones del monitor mientras los campesinos, a modo de actores, simulan estar trabajando en un decorado; sino que debe ser un veraz escenario donde se contemple el esfuerzo diario de los paisanos por sacar sus viñas adelante.

Esa actividad, la de la vendimia, suele ser poco valorada entre los inexpertos. Seguramente quien pruebe por el simple hecho de experimentar quede escaldado para el resto de su vida. Es una actividad que implica dedicación, tiempo, destreza, fuerza, selección y precisión. No todas las tierras son válidas para las viñas, hay que mantenerlas cuidadas el resto del año que no se vendimian y hay que rezar para que el clima y los animales no las estropeen.

“Ecoturismo, agroturismo y enoturismo, las nuevas modalidades de turismo rural”

La gente de pueblo recordará su infancia montando en un tractor, conducido descontroladamente por su abuelo, dirección a los caminos pedregosos que llevaban a los viñedos. Una vez allí, con el chándal más viejo y desgastado, con una gorra para huir de las quemaduras solares y con unos guantes que eviten los rasguños, sacaríamos el corvillo y, en cuclillas, emprenderíamos a cortar cada racimo y a lanzarlos a la espuerta, que una vez llena vaciaríamos en el remolque. El  mejor momento era el de tomar el bocadillo, sentados en unas sillas improvisadas con forma de piedra. Se regresaba cuando el remolque estuviera a rebosar de uvas y se sentaba uno al frente del vehículo arrastrado, al cuidado de la mercancía, y los tractores se colocaban en fila en la cooperativa, esperando su turno para ser pesados. Así día tras día durante algo más de un mes, dependiendo del tamaño de cada tierra y del número de vendimiadores

Lo que se sigue haciendo gratis y de mala gana por algunos, se ha convertido ahora en algo por lo que pagar y disfrutar de lo que podemos llamar “un día en el campo”. También saldrán los que quieran ser granjeros o aceituneros por un día y vayan tras los huevos de las gallinas o golpeando con una vara las olivas. Para que esta idea funcione correctamente y proporcione beneficio es imprescindible que incluya una oferta hotelera acorde, cuyos profesionales estén perfectamente cualificados para el puesto y sean especialistas en el tema.





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