Publicado el 09 de Junio de 2017
Ya en el siglo III, durante la época romana, hay indicios de cultivo de vides y la existencia de plantaciones de viñas en el norte de Burgos en los siglos IX, X y XI que dieron lugar a denominarle inicialmente como «vino heroico», debido a los incontables obstáculos de desarrollo y comercialización que tuvo que superar.
Es un vino joven, normalmente blanco, producido en bodegas del norte de nuestra provincia habitualmente mediante métodos tradicionales y artesanales. Tiene sabor ácido y refrescante con suaves y originales aromas de hierbas y frutas con un contenido natural de gas carbónico disuelto, que produce un característico y delicado ruido al descorche. Antes de consumirlo se escancia, como se hace con la sidra, esto es debido a que antiguamente no se filtraba ni clarificaba. Se sirve a distancia sobre vaso ancho y ha de consumirse mientras el borde de espuma que se forma al vertirlo no desaparece.
El vino chacolín elaborado en el norte de Burgos tenía un tono rosado y se denominaba «Ojo de Gallo». Hablamos de «Vino» pese a que no supera los 7º, dos por debajo del mínimo exigido para merecer tal consideración según el Estatuto de la Viña de 1970 que hizo una excepción, donde se definía como “vinos enverados y chacolíes” a los procedentes de uvas que por sus condiciones climáticas propias de determinadas comarcas no maduran normalmente. Su graduación alcohólica natural puede ser inferior a 9º.
En 1867 el cultivo de uva en el Valle de Mena ocupaba una superficie de más de 91 Ha, al igual que Miranda, no pocos pueblos de las cuencas de los ríos Omecillo y Ebro blasonaban de su chacolí autóctono: Ameyugo, Ayuelas, Rivabellosa, Salcedo, Santa Gadea, Villabezana.
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